Pucherito de Gallina

Pucherito de Gallina

“Pucherito de gallina, con viejo vino carlón” cantaba Edmundo Rivero en su particular versión del tango que lleva ese nombre.El puchero de gallina era una comida muy común décadas atrás,era la contraparte del asado y podía congregar a tantos adeptos como éste.Supo ser un clásico del mediodía de la cocina del “Internacional” y cuando Blanck con su perforadora, realizaba alguna perforación,dentro del pueblo,el puchero de gallina,en principio destinado al almuerzo de quienes atendían la perforación, solía ser cita obligada de otros tantos comensales,prestos a degustar el plato, Andolfatti era uno de los que solía prepararlo,con la misma dedicación con la que dirigía la mecha o bajaba la sonda.Claro, no siempre el puchero estaba hecho con gallinas propias,el robo de gallinas era un hecho habitual, casi cotidiano,a pesar que el rondín policial recorría las calles del pueblo en las horas nocturnas,haciendo sonar su silbato de tanto en tanto.Cuando desde la inocencia de niños,se preguntaba a los mayores,por que lo hacían, risueñamente la respuesta era “eso es para que los ladrones sepan por donde anda y así pueden robar gallinas tranquilamente”.
La mayoría de las casas de entonces,independientemente de la condición social de sus moradores, tenía su gallinero en el fondo,lo cual aseguraba la provisión de huevos y de carne,sea el pollo o de la gallina,hoy ésta solo en el recuerdo, para consumo propio y/o como moneda de cambio.Unos pocos adquirían, en los negocios del ramo, el maíz o el carocillo para su alimentación, otros, la gran mayoría, se daba una vueltita por la estación de FFCC,donde la manipulación del trigo,cebada o avena en bolsas y su estiba,dejaba abundante disponibilidad para quien quisiera recolectarlo.Tener un gallinero, generaba preocupación,los amigos de lo ajeno siempre estaban al acecho y a veces deparaba sorpresas,como le sucedió a Doña Zulema.Ella vivía junto a Don Nicola,en una vivienda humilde,con su huerta y su gallinero al fondo,ambos eran muy trabajadores, “parar la olla”,siempre requería de sacrificios y en aquella época no era la excepción. Así, mientras Don Nicola,trabajaba de peón de albañil,Doña Zulema,para arrimar algunos pesitos más, “lavaba y planchaba para afuera”,como se decía entonces,tarea sacrificada,hecha casi a la intemperie,bajo el alero,con frío o con calor,con el fuentón y la tabla,al lado de la bomba sapo,el uso de las barras de jabon,fregar y refregar,exponer la ropa blanca al sol para que este blanquee las manchas,previo espolvoreo con sal, enjuagar,si era ropa blanca con el agregado del “azul”,tenderla,sumado al bombeo del agua era una tarea extenuante,que finalizaba con el planchado con la plancha de carbón y el almidonado de las camisas, que Doña Zulema realizaba para sus clientes fijos,entre ellos algunos Policias.Cuando uno de ellos solicitó pagar parte del servicio con unos pollos, como era de esperar,la idea no despertó entusiasmo en ella;pero terminó por aceptar y así se hizo.Grande fué su sorpresa cuando comprobó que, los pollos eran igualitos a los que le venían robando de un tiempo a esta parte.Ello impulsó a Don Nicola a dirigirse a la Subcomisaria y hacer la denuncia,allá fué y no tardo en salir , no sin antes haberse hecho acreedor a las mofas por su ocurrencia,complementadas por una “golpiza” y la advertencia de que no se le ocurriera repetirla,por que la iba a pasar mal.Con la impotencia que es de imaginar, volvió a su casa y se puso a trabajar en la búsqueda de alternativas que le permitieran contrarrestar los robos.Por allí se le prendió la lamparita,ideando una especie de trampa,que al abrir la puerta del gallinero,dejaba caer un pesado tronco sobre la cabeza del ocasional ladrón.Transcurrieron uno o dos días, sin que nada pasara,en eso Don Nicola,por olvido, cayó en su propia trampa ,lo cual le causó heridas en su cabeza y, ello le llevó a desechar el “ingenio” y buscar otros métodos, toda vez que los robos no cesaban.Con la bronca en aumento,tomó la calibre “catorce” ,preparó un cartucho reemplazando los perdigones,por sal y, se puso a montar guardia.No pasó mucho tiempo en que un intruso,se hiciera presente,alli Don Nicola,sin dudar,le descerrajó la perdigonada salina sobre sus piernas y nalgas.Espanto, dolor, alaridos y la huida.Habia dado en el clavo,era uno de los policias.Por suerte esta vez privo la racionalidad,Don Nicola quedo a salvo por la intervención del Subcomisario y testigos,los robos para él terminaron , Doña Zulema perdería varios de sus clientes y la Subcomisaria se veria privada por un tiempo del “pucherito de gallina”.-

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