Chillar no era lo
que es hoy,apenas unas pocas cuadras asfaltadas,complementadas por otras tantas
entoscadas,mas allá el barro y el agua se enseñoreaban de las calles dificultando
y/o haciendo casi imposible el tránsito peatonal
de la periferia al centro.Los cruces de calles ,eran verdaderas
lagunas,sorteadas en algunos casos merced a la instalación de los llamados
pasos de piedra ,que ante los insistentes reclamos de los vecinos ,la Delegación había instalado en
las intersecciones más comprometidas.El tránsito
automotor no las tenía todas consigo,si bien corrían con ventaja los modelos
antiguos como el Ford T o Ford A o
similares.El barro era sorteado con la colocación de cadenas ,aun así los
encajamientos eran habituales sobre todo
si por impericia o alguna mala maniobra el vehículo salía de la huella deslizándose
hacia los laterales donde el agua solía jugarle una mala pasada al inhabilitar el encendido
por la mojadura del distribuidor.En esos días
era cuando mas eran requerídos los servicios de los coches de alquiler(así
llamados entonces) por los pasajeros que debían tomar el Tren o el Ómnibus en
El Descanso y/o los que llegaban al pueblo por esos medios,visto las
dificultades de transitabilidad no siempre podían cumplir con su cometido, ahí
estaban los de tracción a sangre para suplirlos. María Mansilla, con su Mateo y
su fiel caballo no tenía impedimento alguno para circular .Ella bajo un
encerado (propio de los reseros y hombres de campo) estaba a cubierto de la lluvia,
lo mismo que el pasajero, resguardado en su habitáculo por cortinas frontales y laterales puestas para la ocasión,
realizaba en esos días un trabajo a destajo. A pesar de las dificultades,la
leche y el pan llegaban puntualmente a las viviendas de la mano de sus
repartidores.Los niños nos veíamos restringidos a permanecer dentro de la
vivienda,según el caso,cuando el sostén de la familia veía impedida su
actividad por realizarse a la intemperie,como era el caso de mi padre,dedicado
a la construccion,era para nosotros como un día festivo mas ,era el momento de
gozar de su compañía con el desarrollo
de actividades compartidas , la preparación
de una comida ,una manualidad, un juego
o la lectura (No había Televisión).En la Escuela no lo era menos ,la
concurrencia se veía constreñida a los pocos que residían en las cercanías y
desafiaban el aguacero,un día sin clases formales,en el cual las Maestras haciendo
gala de su proverbial bonhomía supieron,
en un marco de informalidad y camaradería, brindarnos un día placentero con
juegos,anécdotas,cuentos,competiciones,lecturas,dibujos etc. hasta el momento del
regreso a casa.Haciendo frente a la lluvia,chapaleando agua y las barrosas veredas emprendíamos la
vuelta ,la lluvia y el apetito hacían que apuráramos el paso o realizáramos algunas correrías,sin percatarnos que al hacerlo la parte posterior del Blanco Guardapolvo
iba tomando el color del agua barrosa,de ello recién íbamos a tomar noción una
vez dentro de casa y cuando nuestra madre
decía “a ver- a ver ¡¡date vuelta!!”, para luego descargar una reprimenda sin igual,que
automáticamente hacia desaparecer el hambre con que habíamos llegado.
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