La Policía Provincial, ahora "Policía Bonaerense", tiene raíces muy antiguas.Emparentada con la de la Ciudad de Buenos Aires, tiene su propia historia.
La Legislatura de Buenos Aires sanciona el 11 de Julio de 1857 la ley Nro. 136 en la que se separaban los desempeños de los Jueces de Paz y los Comisarios. Dentro de las normas más importantes se destacaba el Art. 1 que tenía directa relación con las comisarías locales: "Todas las funciones policiales serán desempeñadas inmediatamente en la Campaña por comisarios en número de veinticinco y los Juzgados de Paz quedarán exonerados de los servicios de las Comisarías recién instaladas".
El 16 de julio de 1857 se ponen en funcionamiento las veinticinco Comisarías en todos los partidos de la provincia, entre ellos la del Partido de Azul. Resta agregar que cada Juez de Paz tenía a su servicio 11 hombres, los que se le redujeron a cuatro. Desde ese momento cada comisaría tendría un comisario titular, un cabo y de 10 a 15 "soldados".
Esto ultimo muestra el carácter militar de esta organización, ello derivó en milicia y se popularizó el uso del vocablo “milico”, para nombrar al Agente de Policia.Los de mi generación y anteriores,convivimos mas con los “milicos” que con la Policia.
En la época de los Conservadores(1930-1943) se solian incorporar agentes transitorios, como tales no siempre usaban uniforme y no lucían la clásica chapa indentificatoria normalizada de los Policías efectivos,pasaron a ser los “milicos sin chapa”.
Cumplían algunas funciones auxiliares,si bien en los grandes centros urbanos,estaban al servicio de los caudillos conservadores locales y, como era la época del fraude organizado, tenían por misión,entre otras, impedir el ingreso de los radicales al local de votación, a la vez que le decían “Ud. ya votó”.
El rol de la policía ha ido cambiando,hoy no es el mismo que el de décadas atrás,la Sociedad y las costumbres se han ido modificando y con ello también las funciones de la Policía, otros eran los Edictos y normas,que hacían mucho hincapié en el resguardo de la Moral y las Buenas costumbres,cuyos imprecisos limites, se prestaban a las arbitrariedades y en ocasiones generaban situaciones insólitas, que en un pueblo chico como Chillar eran mas perceptibles.
Ademas de sus funciones rutinarias,estar en la Estación de FFCC a la hora de llegada de los trenes de pasajeros y/o para presenciar el Embarque de hacienda,concurrir a los remates Feria,eventos Deportivos y Culturales etc.los “milicos”, estaban atentos para interceptar,a los paisanos del campo,que llegaban montados a caballo,en especial los fines de semana,como venían con su infaltable facón, eran invitados a dejar el mismo en la sede policial,para evitar ulterioridades,reintegrándoselos al momento de su regreso al campo.
También estaban atentos para detectar a quienes se habia excedido con las bebidas,los “borrachos”,que “amigablemente”eran invitados a concurrir a la Subcomisaria, allí pasarían al menos una noche en el calabozo.Una vez pasada la borrachera y luego de haber contribuido con la limpieza y aseo de la sede policial y de haber sido “desplumado”,(desprovisto del dinero que llevaba encima,se entiende)quedaba en libertad.Por la noche,a las nueve en invierno o a las diez en verano,daba inicio la Ronda.Un Rondín,ocasionalmente dos, recorrían las poco iluminadas y menos transitadas calles de la localidad,haciendo sonar el silbato de tanto en tanto.Cuando desde nuestra inocencia de niños preguntábamos a nuestros mayores,por que lo hacian,la risueña respuesta era”eso es para que el ladrón de gallinas sepa por donde anda el milico y así poder robar con tranquilidad”.
Hay tres milicos que dejaron su impronta,uno rescatado de la memoria de nuestros mayores,que recordaban a un chillarense,que había sido nombrado como “milico sin chapa”, que de inmediato se aboco a hacer valer su autoridad ¿Cómo?.¡Enderezando sombreros!.Estos ,en esa epoca eran de uso masivo y habitual,tanto se vistiera traje sastre o ropas gauchas.La vestimenta ha servido a traves de los tiempos para expresar rebeldías contra las reglas impuestas,o simplemente diferenciarse,esa época no era la excepcion,una forma de expresarlo era lucir el sombrero ladeado,canchero diríamos, pero que en aquella época quienes así lo usaban,que además vestían muy bien, recibían el mote de “pitucos” o “cafishios”(bacán)de manera que nuestro “milico sin chapa”,(al cual se le habian subido los humos a la cabeza) recorría las calles y donde veía alguien con el sombrero ladeado,lo llamaba para luego de reprenderlo por su actitud, el mismo se encargaba de enderezarle el sombrero, tomándolo para luego con ambas manos insertárselo hasta la orejas y no había forma de resistirse ni queja que valga.
Peor suerte tuvo otro agente,"con chapa",que en sun ronda se llegó hasta el "boliche" de Donadio,en momentos en que Don Jose compartia una partida de truco con sus vecinos Iturralde,Francisco Zambruno y Mario Orsi, para ordenarle imperativamente el cierre del negocio pues ya habian pasado las ocho de la noche,el tono altanero alteró el humor de Don Jose que ahi nomas sin dar tiempo al agente a reaccionar le sacudio con uno de los tipicos bancos de madera de asiento redondo,poniendo en fuga al policia que nunca mas osaria pasar siquiera por el frente del negocio.
El tercer protagonista lo vivimos y sufrimos de niños, era el cabo Barbosa, de estatura más bien baja,cintura generosa, dados los requisitos de altura minima vigentes en la actualidad no hubiese podido ser Policia.En una de sus habituales recorridas localizo a un “borracho”,que salía de la Fonda de Molinari(ubicada al lado de Las Mil Delicias) “ésta es mi oportunidad se habrá dicho” y, se puso a la par de un inmigrante eslovaco,de robusto físico y dos metros de altura,mirandolo como un liliputiense mira a un gigante le dice ¡¡Diga!! ¿ me acompaña a la Subcomisaria?, el eslovaco,que algo de lucidez tenia se limitó a mirarlo de reojo y seguir su camino,repite una y otra vez el ¡¡Diga!!,¿me acompaña a la Subcomisaria?,sin respuestas,asi lo siguió los pocos mas de cien metros hasta que el hombre se introdujo en su vivienda una casilla de madera,ubicada en San Martin y 25 de Mayo,sin conseguir su objetivo.El protagonista,conocido por su nombre de pila como Andres ,ya repuesto, diría días después,”solo estaba esperando que me tomara del brazo,para asestarle un castañazo”,por suerte para el Cabo no se llego a ello.Lo que el Cabo no pudo hacer con el gigante lo hacia con los chicos sin distinción de género,ni la “hija’el dotor”,que a su vez era el Delegado se salvaba,”¿A ver,che?.¡¡ veni para acá!!, ¿a ver esas manos?,están sucias, anda a lavártelas”.
Los varones sufríamos otras consecuencias,¿No saben que no se puede jugar a la bolita?,nos espetaba ,podía ser comprensible cuando el juego lo realizábamos en la calle asfaltada ,con la arrimadita de cordón a cordón.Pero lo mismo acontecía si realizábamos alguna partida de bolitas al hoyo,que lo hacíamos en las veredas,concentrados en el juego,nos solía tomar por sorpresa,¡acá no se puede jugar!! ¿no lo saben?,ese era el final del partido y, la tristeza y bronca se apoderaba de nosotros, pues todo terminaba con la confiscación de las ¡¡bolitas!!.¡Con lo que nos costaba conseguirlas! ¿Cómo explicarles a nuestros padres que un milico nos habia "confiscado” las bolitas”?
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