¿Quien no recuerda al Sr. Montoya? Sus políticas de recaudación de impuestos al frente de la Dirección de Rentas pudieron ser controvertidas,como lo es su personalidad,pero no se puede negar que le han dado réditos y lo convirtieron en un personaje popular,no por eso simpático, pues es una constante a lo largo de la historia de la humanidad,la antipatía que los recaudadores despertaban en la población.
En las décadas del 40/50 nadie conocía a quién estaba al frente de la Dirección de Rentas,si se conocían a sus enviados que llegaban a Chillar una vez al año a inspeccionar las “cuentas” de los negocios,ver las liquidaciones del entonces “Impuesto a los Réditos” ,detectar evasiones e imponer multas en los casos que correspondieren.
Eran épocas del “Tenedor de libros”,algunos prestaban el servicio en forma no exclusiva.Los negocios grandes tenian el suyo,es el caso de “La Perla”,Dn Bautista Urrutia ocupaba ese lugar (por entonces,ademas era el Presidente del Club Atlético Chillar),ahí en su escritorio solia estar,trajeado y con las sobremangas negras cubriendole el antebrazo
Era el que llevaba las cuentas en el libro Mayor,completando a mano,prolijamente,con el lapicero de pluma,las columnas del Debe y el Haber, además de mantener los archivos de facturas y remitos y de sumar mensualmente las libretitas negras de quienes utilizaban el “fiado”.Tambien era la época de caja registradora, la “National”,que lo comercios mas importantes tenían, pulsando las enormes teclas,eligiendo la operación deseada y luego de dos vueltas de manija,(en algún caso eran de accionamiento eléctrico)se imprimían los dos rollos de papel,uno para ir registrando y asentando los movimientos de caja y otro para expendio de tickets,(este rara vez usado) y se liberaba la traba que provocaba la apertura de la caja,haciendo sonar brevemente la campanilla,de allí viene el popular dicho de “pling, caja” que todavía hoy perdura en la memoria de la gente.
A la hora del cierre,bastaba retirar el papel impreso para tener la sumatoria de ingresos/egresos del día y “hacer la caja”.-Todo lo anteriormente nombrado debía ponerse a disposición de los Inspectores de reditos,que llegaban en dúo, a primera hora,bien vestidos,de traje y corbata y con el infaltable maletín,luego de las presentaciones de rigor,credenciales mediante,se instalaban en el escritorio,para revisar la “papelería” y con remitos y facturas en mano ir y venir hacia y desde el depósito, para terminar a ultima hora de la tarde o proseguir al día siguiente dependiendo del tamaño del negocio,hasta que, finalizado su cometido salían del escritorio ,acompañados por el dueño del negocio,que mostraba su cara de resignación,como diciendo ¿que le vamos a hacer?,retirándose del lugar.
Dias después de haber recorrido todos los negocios y ausentados del pueblo,se corría la voz, “Si,le sacaron quince mil a “La Perla”,diez mil a “La Despensa”,ocho mil a “El Colono” y a mi me salio seis mil” decía el “turco” Abraham,que tenia su negocio en San Martín y 9 de julio.-
No era poco, si se tiene en cuenta que la mortadela costaba nueve pesos y el jamón crudo treinta pesos el kilo.-
No era lo único, también se ocupaban de buscar a los cuentapropistas y en una de esas recorridas le toco el turno a “Don Pedro” el albañil,justo en un parate,momento ideal,pues el impuesto era en base a la valorización de las herramientas, empezó el recuento: ocho tablones,seis largos y dos cortos,seis caballetes,cuatro largos y dos cortos,cuarto reglas,cuatro baldes,dos canastos,una azada mexcladora,dos palas anchas,una pala de punta,una carretilla,fratacho y llana,dos cucharas y un cucharin, la hachuela,maza y cortafierros,ocho clavos zapata,un pico,una barreta,dos “metros”,una plomada ,un nivel,¿eso es todo?,"no,no, falta la soga y la roldana,ya está".¿En cuanto estima su valor?,preguntan,Don Pedro,dice ,”y... a los sumo son unos cuatro mil pesos”,¿nada mas? “Hummm y, estirando y como exageración se puede llegar a seis mil”.
Bueno esta bien, vamos a ponerle quince mil, “¿Cuantooo?, eso es un disparate”.Ya estaba,no habia discusión,era el minimo y, solo tuvo que abonar cincuenta pesos por esa vez.
Quien dice,que algun lector,no pueda exclamar,¡mejor nos quedamos con Montoya!
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